Primera etapa
La degustación de un vino comienza mucho antes de probarlo. La primera etapa, la visual, permite obtener información importante a través del color, el brillo y la textura. Observar el vino inclinado sobre un fondo blanco ayuda a distinguir tonalidades que revelan la edad y el tipo. Los tintos jóvenes suelen presentar un color púrpura o rojo rubí intenso, mientras que los más envejecidos tienden a tonos granate o teja. En los blancos, los colores van desde el amarillo pálido o verdoso en vinos jóvenes hasta el dorado o ámbar en los más maduros. El brillo indica limpieza, y las llamadas lágrimas o piernas, que bajan por las paredes de la copa al moverla, pueden sugerir un mayor contenido de alcohol o azúcar.
Fase olfativa
Luego sigue la fase olfativa, en la que se analizan los aromas. Al principio se huele el vino sin agitarlo para captar los aromas más volátiles. Después, al girar suavemente la copa, se liberan más compuestos que permiten una apreciación más completa. Los aromas que se detectan pueden clasificarse en primarios, secundarios y terciarios. Los primarios provienen directamente de la uva y suelen ser frutales, florales o herbáceos. Es común encontrar notas de manzana, pera, frutos rojos, cítricos, violetas, flores blancas o hierbas como el heno y la menta. Los aromas secundarios se desarrollan durante la fermentación, y aquí aparecen notas de pan, brioche, mantequilla o yogur. Finalmente, los aromas terciarios surgen con la crianza, ya sea en barrica o en botella, y pueden recordar al cuero, al tabaco, a la vainilla, al café, a frutos secos o incluso a trufa y tierra húmeda.
Fase gustativa
En la fase gustativa, el objetivo es confirmar y complementar lo percibido en nariz, además de identificar nuevas sensaciones. El primer contacto con el vino permite detectar el nivel de dulzor, desde vinos completamente secos hasta otros con un alto contenido de azúcar residual. La acidez se percibe como una sensación de frescura, que hace salivar, y es fundamental para el equilibrio. En los vinos tintos, los taninos son responsables de esa sensación de astringencia o sequedad, y su presencia puede ir de muy suave a intensa. El alcohol se manifiesta como calidez, especialmente en el fondo de la garganta, y también contribuye al cuerpo del vino, es decir, a su peso o densidad en boca. Además de estos elementos estructurales, se identifican sabores que, en gran parte, reflejan los aromas antes descritos, aunque a veces aparecen con matices diferentes. Al tragar, es importante notar cuánto tiempo permanece el sabor, lo que se conoce como persistencia o retrogusto.
Consejos adicionales
Catar vinos con atención y práctica permite desarrollar una memoria olfativa y gustativa cada vez más precisa. Para ello, conviene evitar perfumes o sabores fuertes antes de la cata, usar copas adecuadas y comparar vinos de distintos estilos, regiones y edades. Tomar notas ayuda a registrar impresiones y a reconocer patrones con el tiempo. La experiencia sensorial del vino no solo depende del contenido de la copa, sino también de la concentración, la práctica y la disposición para descubrir lo que cada vino tiene para contar.